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miércoles, 7 de julio de 2010

Blog de Patricia para Anoche tuve un sueño- Los treinta y yo


Los treinta y yo
Y no, no hablo de los muchos novios que he tenido ni de otros tantos que se han inventado en los mentideros de los ‘ecos de sociedad’. Hablo de los 30 años que me cayeron el cinco de octubre pasado y que, por las circunstancias del momento y la pereza, todavía tengo que celebrar.
Pasar del 2 al 3 ha sido como entrar en la máquina del tiempo. Tan pronto me encontraba en Delhi, París, Puerto Cochin, Cartagena de Indias, Nueva York o Santo Domingo y también en mi Valladolid natal, Santander, en el plató de SLQH (Sé lo que hicisteis) o rodando un spot de una conocida marca de tampones en Barcelona.
Han sido seis meses de viajes, responsabilidades, alguna que otra fiesta, y me refiero a mis fiestas, con los amigos de siempre que estaban en el 2 y ahora en el 3 y luego en el 4, 5, 6, 7, 8 y 9, porque espero ser tan longeva como mi abuelita María Luisa… Y es así como le he perdido el miedo a esta procesión de números, que no el respeto al paso del tiempo. Hacerse mayor tiene una gran ventaja. En cierto modo es una excusa para deshacerse de un montón de tensión que experimentas cuando eres joven, como dijo Audrey Hepburn en una de sus últimas entrevistas.
Olvidamos con excesiva frecuencia que la vida es, en sí, una experiencia maravillosa, y sólo nos damos cuenta de eso cuando somos conscientes de que se nos escapa entre los dedos.
En estos últimos ocho meses me he encontrado en ese punto de inflexión en el que miras atrás, haces balance y, como el que hace limpieza de armarios, comienzas a simplificar tu vida, porque realmente no necesitas mucho para ser feliz. No se trata de lo que nos ocurre o de lo que poseemos sino de cómo te enfrentas a la vida. Ser honestos con nosotros mismos es el único camino posible.
Durante este tiempo se han acumulado las decisiones -todo lo sembrado durante el 2 ha obtenido sus primeros frutos en los comienzos del número 3 de mi vida- y con éstas, las responsabilidades que se derivan de aquéllas, porque un paso en falso puede dar al traste el trabajo de todos estos años y sólo, si eliges bien, será una carrera de largo recorrido.
En el 2 me imaginaba que al entrar en la tercera década de mi vida estaría casada y con hijos. Ahora pienso que casarse está bien, pero no casarse está mejor. No hace falta mencionar la cantidad de matrimonios fallidos que han hecho desgraciadas a muchas de las personas que tenemos cerca. Pero, a pesar de todo, una mala elección tiene remedio. Quizás una de las mejoras cosas que me han sucedido es darme cuenta de que la actitud lo es todo: ¿para qué corremos rápido bajo la lluvia si delante también llueve?

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